Importancia del Proyecto Arquitectónico
Lo relevante es resaltar la importancia de una planificación previa ante lo que supone el hecho de enfrentarse a un proyecto del tipo que sea. Resalta lo vital e imprescindible de ese momento de introspección, de pensamiento profundo previo a la acción.
Leyenda o no, se cuenta que Frank Lloyd Wright y la gente de su estudio dibujaron los planos del proyecto de la “Casa de la Cascada” en apenas dos horas tras el aviso inesperado de Edgar Kaufmann, promotor de la misma, para conocer el estado de su encargo. Nada más recibir la llamada se pusieron a dibujar apresuradamente las ideas que el maestro tenía en su cabeza y para sorpresa de sus empleados, Wright tenía el proyecto completo de la vivienda en su mente. Incluso conocía la ubicación exacta de cada piedra y las peculiaridades topográficas de toda la parcela. Simplemente faltaba dibujarlo, pero Wright ya había hecho la fase previa, el trabajo de estudio y análisis. Y ya tenía una respuesta en forma de proyecto arquitectónico.
¡Qué importancia tenía el dibujo!
La trascendencia de la inversión que supone el detenerse a pensar antes de tomar cualquier decisión. Nos deben interesar más los pasos cortos y firmes que los largos e imprecisos. Antes de cualquier trazo, pensemos en las consecuencias de nuestras acciones.
A los ojos de mucha gente, los arquitectos simplemente nos dedicamos a decorar. Sencillamente, eso es una solemne tontería. La decoración, por poner un porcentaje, cuando mucho se significará en un 5% de lo que es nuestro trabajo diario y nuestras atribuciones. En realidad el arquitecto busca soluciones a los problemas del ser humano con el fin de que dichas soluciones espaciales puedan proporcionar confort y felicidad al cliente o usuario.
Todos y cada uno de nuestros trabajos, de nuestros proyectos, son la respuesta a muchas situaciones que se sucederán a lo largo de las “vidas” de los espacios en los que intervenimos. A este hecho hay que añadir que no debemos olvidar la importancia del equilibrio entre aspectos estéticos, funcionales y estructurales.
Efectivamente, un espacio aunque inerte también se vive y son muchas las situaciones que en él ocurren. Todas y cada una de ellas, incluso las más improbables, las hemos de tener en cuenta y todas nuestras acciones deben ser una clara réplica a las mismas. No debe existir absolutamente nada que no tenga una finalidad, nada debe quedar al azar, aquí no sirve improvisar.
Seguramente esa sea una de las diferencias entre un decorador o un diseñador y un arquitecto. Los últimos damos respuestas, buenas o malas, pero respuestas. Esas respuestas van más allá del color de un paramento, de la dimensión de un espacio, del tamaño de una ventana, del tejido de unas cortinas y de la elección de un mobiliario.
Leyenda o no, se cuenta que Frank Lloyd Wright y la gente de su estudio dibujaron los planos del proyecto de la “Casa de la Cascada” en apenas dos horas tras el aviso inesperado de Edgar Kaufmann, promotor de la misma, para conocer el estado de su encargo. Nada más recibir la llamada se pusieron a dibujar apresuradamente las ideas que el maestro tenía en su cabeza y para sorpresa de sus empleados, Wright tenía el proyecto completo de la vivienda en su mente. Incluso conocía la ubicación exacta de cada piedra y las peculiaridades topográficas de toda la parcela. Simplemente faltaba dibujarlo, pero Wright ya había hecho la fase previa, el trabajo de estudio y análisis. Y ya tenía una respuesta en forma de proyecto arquitectónico.
¡Qué importancia tenía el dibujo!
La trascendencia de la inversión que supone el detenerse a pensar antes de tomar cualquier decisión. Nos deben interesar más los pasos cortos y firmes que los largos e imprecisos. Antes de cualquier trazo, pensemos en las consecuencias de nuestras acciones.
A los ojos de mucha gente, los arquitectos simplemente nos dedicamos a decorar. Sencillamente, eso es una solemne tontería. La decoración, por poner un porcentaje, cuando mucho se significará en un 5% de lo que es nuestro trabajo diario y nuestras atribuciones. En realidad el arquitecto busca soluciones a los problemas del ser humano con el fin de que dichas soluciones espaciales puedan proporcionar confort y felicidad al cliente o usuario.
Todos y cada uno de nuestros trabajos, de nuestros proyectos, son la respuesta a muchas situaciones que se sucederán a lo largo de las “vidas” de los espacios en los que intervenimos. A este hecho hay que añadir que no debemos olvidar la importancia del equilibrio entre aspectos estéticos, funcionales y estructurales.
Efectivamente, un espacio aunque inerte también se vive y son muchas las situaciones que en él ocurren. Todas y cada una de ellas, incluso las más improbables, las hemos de tener en cuenta y todas nuestras acciones deben ser una clara réplica a las mismas. No debe existir absolutamente nada que no tenga una finalidad, nada debe quedar al azar, aquí no sirve improvisar.
Seguramente esa sea una de las diferencias entre un decorador o un diseñador y un arquitecto. Los últimos damos respuestas, buenas o malas, pero respuestas. Esas respuestas van más allá del color de un paramento, de la dimensión de un espacio, del tamaño de una ventana, del tejido de unas cortinas y de la elección de un mobiliario.
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